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Testimonio de cliente de Colombia
Somos una familia de Villavicencio, Colombia y les voy a explicar porque decidí contratar un sicario. Yo trabajé en un banco como gerente de una corporativa financiera y mi hija trabajó como analista financiero. Ambas fuimos activistas y promovimos mucho trabajo comunitario para lograr mejores condiciones de seguridad y de infraestructura en la colonia centro, el barrio donde vivimos por varios años.
Ese trabajo voluntario y de activismo hizo que nos relacionáramos con muchos otros activistas y vecinos con la misma intención de mejorar las condiciones de vida en la comunidad.
Yo fui compañera de activismo y amiga de Fredy Yesid Chisco García, mejor conocido como Fredy, una persona reconocida en Villavicencio por ser uno de los fundadores del barrio El Rubí e impulsar una importante labor social en beneficio la comunidad y varios sectores de la capital metense. Además, Fredy fue presidente de la Junta de Acción Comunal de El Rubí y en medio de su labor había sido amenazado por el tema de las invasiones en ese sector.
A principios de marzo, Fredy y yo quedamos de reunirnos cerca del lugar donde trabajaba, ya que teníamos un trabajo en común con la comunidad. Sobre todo, deseábamos tener una estrategia para acercarnos con las autoridades locales y demandar soluciones y exponer estrategias concretas para que las condiciones de seguridad pudieran mejoran en distintos puntos, zonas y barrios de la ciudad. Fredy ya me había compartido su inconformidad por la falta de apoyo y expresó que las autoridades no les habían cumplido ante una serie de peticiones para mejorar las condiciones de seguridad en el barrio.
Entonces el 22 de marzo del 2019, a las 14:00 horas, nos reunimos y terminamos como a las 16:15 de tarde. Nos despedimos y yo me subí al coche de una compañera cuando de pronto escuchamos una moto y varias detonaciones.
Yo recuerdo que la compañera y yo nos miramos y sospechamos que algo malo había ocurrido, entonces me asomé desde el interior del carro para saber que estaba pasando. A unos 50 metros pude ver el cuerpo de Fredy en el suelo y sin moverse y se lo comenté a la compañera y en seguida tratamos de comunicarnos lo antes a una ambulancia para que asistieran a Fredy.
A los pocos minutos llegaron policías al sitio y yo tuve que hablar con ellos para testificar y explicarles lo que había sucedido. Cuando los policías llegaron al lugar de los hechos, el cuerpo de Fredy se encontraba inerme y derramando mucha sangre. Yo les comenté que habíamos quedado de vernos con él en el sitio donde él tenía un negocio y trabajaba (carrera 43 No. 70 – 11 del barrio Ciudad Porfía), pero en eso unos hombres se habían acercado a él en una motocicleta, sacaron un arma de fuego y le dispararon en reiteradas ocasiones.
La ambulancia llegó y tan pronto registró que Fredy no tenía ya signos vitales y se procedió a que lo recogieran la instancia encargada de trasladar personas fallecidas. Transcurrió el día y por la noche el médico forense nos notificó que el Fredy había fallecido a causa de dos balas que alcanzaron el lado derecho de su cráneo y en segundos él falleció. Nunca hubiera logrado sobreponerse y esos daños le hubieran provocado de cualquier forma la muerte.
Pasaron los meses y las autoridades nunca nos dieron resultados y nunca se dieron con los culpables. Yo y mi hija fuimos a preguntar en repetidas ocasiones y siempre nos decían que estaban aún investigando. Sabíamos que no iban a hacer nada ya que pare ellos, la vida de un líder social, no salía nada. Así es como vimos y yo mi hija las cosas.
En febrero del 2020 decidí organizar una marcha pacífica en Villavicencio para presionar a las autoridades de que resolvieran el caso de Fredy y se atendiera la situación de violencia e inseguridad en la ciudad. Esos días me dediqué a poner anuncios por Facebook y en distintos lugares públicos y en organizaciones civiles. Yo sostenía que podía haber nexos entre los criminales que mataron a Fredy y ciertos agentes de seguridad, además acusaba a las autoridades de no haber encontrado evidencias ni culpables en el caso de Fredy.
Sospechábamos más específicamente a un grupo delictivo y armado llamado FARC22 de haber estado detrás del asesinato y a la autoridad de ser cómplice ya que nunca arrestaron a nadie de dicho asesinato. Yo siempre alce la voz y siempre he dicho que ellos mataron a Fredy ya que el me había dicho en días anteriores que ellos lo habían amenazado.
Tan pronto anuncié la marcha el 10 de febrero por Facebook, un individuo me marcó y me señaló que me dejara de difamar a las autoridades y me amenazó con la muerte si yo seguía con esos planes de la marcha. En seguida presenté una denuncia con la policía, pero no me atendieron correctamente y me señalaron que no estaba bien lo que me proponía con la marcha.
Según ellos no podía levantar la denuncia porque no sabía de donde provenían las amenazas, porque eso las únicas evidencias que tenía era el registro del celular (privado). Los policías me indicaron que eso no era insuficiente para que investigaran de donde provenían las amenazas. Como no tuvimos apoyo, vimos la posibilidad de contactar y contratar un sicario.
Al final ellos quedaron en averiguar, pero sin asegurar ningún resultado, o sea, no tenían forma ni elementos para formalizar una averiguación del delito de acoso por teléfono. Tuve la sensación de que sólo había perdido mi tiempo y que no me ayudarían en nada.
Yo como ciudadana responsable levante la denuncia, pero la autoridad no me apoyo de ninguna forma. Ellos quedaron de hablarme, pero nunca se reportaron. El 20 de febrero de 2020 tuve que cambiarme de ciudad y me fui a Barranquilla para quedarme en un departamento que renté junto con mi hija y mi esposo ya que sentíamos que nuestras vidas estaban realmente en peligro.
Unas semanas después recibí un mensaje de un vecino por WhatsApp para decirme que habían puesto grafitis en la puerta de la casa y habían escrito expresiones e insultos y amenazas de muerte en contra mía y de la familia.
Para los sujetos que estaban detrás de los hechos yo me había escapado de Villavicencio, yo me encontraría tarde o temprano pues ellos se enteraban de todo. Todo ello me puso en alerta y me quedé pensando sobre la posibilidad de salir del país si las amenazas empeoraban, ya que lo que me empezó a preocupar era que encontraran o lo hicieran daño a mi hija.
En el trabajo tuve que solicitar un permiso para ausentarme un par de semanas y sobre eso también pensé en renunciar si esos individuos continuaban acosándome. A mi hija le sugerí que también dejara por una temporada el trabajo del activismo y que no se expusiera o anduviera en la calle sola. Traté de tomar de todas las precauciones para que no sufriéramos algún tipo de percance o daño que pusiera en peligro nuestras vidas.
El 5 de abril, la corporativa donde trabajaba se comunicó conmigo para que presentara mi renuncia, pues según ellos yo había recibido muchas amenazas a través de llamadas anónimas que hicieron al banco directamente y eso era un mal componente para la compañía.
Después de que la corporativa me solicitara la renuncia, yo presenté una carta de denuncia y dejé el trabajo. A mediados de mes, el 20 de abril, nuevamente recibí una llamada de un vecino del lugar donde habitaba en Villavicencio y me comentó que unos individuos habían estado preguntando dónde yo estaba o si conocían algunos familiares porque era importante localizarme. Los vecinos nunca hablaron o dieron alguna pista donde pudiera estar, pero uno de ellos fue amenazado y prometieron regresar hasta que les diera información de los posibles lugares dónde podía estar.
Por esos días el vecino y su familia tuvieron que irse de la zona y esconderse para no exponerse a ningún daño que atentara contra sus vidas, ellos se percataron que las amenazas podían cumplirse si seguían habitando en el mismo sitio.
Conforme pasaba el tiempo, yo noté que la situación empeoraba y que no tenía muchas opciones ante el temor de que algo nos pasara a mí y a mi hija. Yo sabía que tarde o temprano podían encontrarnos. Entonces no me quedó otro remedio que de contactar un sicario para que me ayudara en mi situación.